miércoles, 16 de julio de 2008

Qué onda?

(Restaurante Mexicano en Palermo con porticones cerrados)

No se sabe lo que es vivir todo el día pendiente de la seguridad hasta que no te toca. El tener que estar consciente con los 5 sentidos cada vez que sales a la calle se convierte en un ejercicio agotador y cansino a la vez que angustiante. Por que calle voy a ir? Qué llevas encima? A quién tienes a tu izquierda? Quién te viene de frente?. No te deja disfrutar y lo peor de todo pierdes esa fantástica sensación de libertad que tienes cuando estás en una ciudad nueva y desconocida.

En menos de una semana dos sustos en la zona más de moda de la ciudad, Palermo. Es la zona que más de moda se ha puesto en los últimos años y los restaurantes, bares y tiendas de ropa te esperan en cada esquina, a cual con más encanto. El barrio es una maravilla lleno de casitas coloniales de no más de dos plantas en avenidas adoquinadas bastante grandes y muy arboladas. Precisamente por ser una de las zonas más de moda de la ciudad es también una de las más atractivas para los atracadores. El martes por la noche estábamos cenando en un vietnamita muy de moda. El sitio muy bonito y acogedor a elección de los clientes si te sientas en el suelo con cojines o en una mesa. A María una española que está haciendo el doctorado en Historia en Buenos Aires, le robaron el bolso dentro del restaurante. Todavía no sabemos donde, si en la barra donde estuvimos tomando unas copas esperando a que nos dieran mesa o en la silla mientras cenábamos. En el bolso llevaba 3 libretas con las notas de 5 meses de trabajo equivalente a unas cuantas docenas de libros leídos en este tiempo. También llevaba la agenda de todos los contactos que había hecho. Lo de menos era el dinero y las tarjetas. En el mismo restaurante estaban sorprendidos porque tienen una persona en la puerta para abrir la puerta cada vez que alguien quiere entrar o salir. A mi ya no me sorprende nada. El sábado volvía a ir a Palermo esta vez a un mexicano con los primos de una amiga, los tres argentinos aunque Lucas se fue de Argentina con 3 años por motivos de trabajo de su padre y desde entonces no se en cuantas ciudades nos contaba que había estado viviendo Canadá, Boston, Rio Janeiro, Inglaterra. El mismo se considera un turista más en su ciudad natal y le hacía gracia comentar los tópicos de los argentinos. Estábamos hablando de la inseguridad de la ciudad, tema presente en todas las conversaciones, cuando una camarera se nos acercó interrumpiéndonos la conversación para pedirnos permiso para cerrar los porticones de las ventanas que teníamos al lado de nuestra mesa. La camarera una chica bastante joven se le veía bastante aturdida; nos acaban de avisar los restaurantes de al lado que están robando a sus clientes cuando salen del restaurante. Cerraremos todos los porticones y bajaremos un poco la luz, para evitar que los atracadores vean la gente que hay dentro, nos dijo. El pasillo que tuvimos que recorrer hasta salir del restaurante e ir a la calle se me hizo eterno, en voz alta y entre risas íbamos haciendo comentarios de lo que nos íbamos a encontrar en la calle. En la calle no había nada más que unas cuantas personas andando probablemente buscando algún local donde meterse porque pasear por la noche no onda. A dos cuadras del restaurante y en busca de una parada de taxis, nos encontramos con una taxi parado en un paso de peatones había cristales en el suelo y un policía custodiándolo. Lo primero que pensé es que había habido un accidente. Pero al momento vimos que el taxi estaba dentro de un perímetro señalado con unas cintas de plástico. Tuvimos que retroceder para poder salir del perímetro en el que nos habíamos metido sin darnos cuenta, en ese momento la vista se me fue al suelo había dos círculos pintados en tiza rosa en el asfalto y sorpresa, dentro de cada circulo había un balín de pistola. En total había dos balines en el suelo. Que horror, a tan sólo 100 metros de donde habíamos estado cenando. Gloría me aseguraba entre risas que no era normal que en 25 años nunca había visto balas. Y me lo decía una de las argentinas más miedosas que he conocido. Que hace unas semanas le regaló su celular a una niña que se le acercó para pedirle plata, pensando que le iba a atracar.
Los argentinos ya están acostumbrados a vivir con esta angustia permanente por culpa de la inseguridad, así me lo explicaba el novio de Gloria. Siempre que entro en mi casa miro hacia atrás para comprobar que no haya nadie. Cuando voy por una calle oscura intento ir siempre por la calzada de los coches para evitar que me salgan de un portal. Son plenamente conscientes de por que calles pueden ir y por cuales no. Ellos mismos dicen que cuando están en europa se les quita esta presión de encima de tener que estar siempre alerta. Andrés se encargó de convencerme de algo que me aterraba pensar, tener que mirar hacia atrás cada vez que abres la puerta de tu casa, que remedio!!

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